La espera, al fin, ha terminado. Y siempre dicen que esperar vale la pena, que todo llega, pero lo cierto es que se ha hecho muy largo: 168 días desde la última andadura en Aragón (campeonato autonómico de Duatlón no drafting) y 175 desde la última Liga Nacional en Alcobendas. Llegó la pandemia y todo cambió, convirtiéndose el deporte en algo secundario. Enmudecieron los estadios, se vaciaron los arcenes y el Parque Grande quedó huérfano de corredores y niños. Llegó el rodillo, el subir escaleras como la rueda de un hámster y las gomas; llegó el Zoom, días de vigorexia y días de depresión y repostería.
Después vino la desescalada, sinónimo deportivo de incertidumbre, pero eso no importaba. En una situación de compleja anormalidad, todo lo que nos devuelve a la norma sienta como un viento de aire fresco. Aun con mascarilla y a dos metros de distancia, las series sientan mejor que nunca, los puertos se suben con más ganas y la piscina se hace más corta. Llegó el anuncio de Almazán, que tal como vino se fue (Nacional de triatlón y duatlón cross finalmente suspendido). Y al fin llegó Pontevedra, campeonato de España de Triatlón Sprint con protocolo de seguridad incluido: un nuevo triatlón, para una nueva normalidad.
Le preguntaron una vez a Mike Singletary, considerado uno de los mejores defensas de la historia de la NFL americana, que cuál era su parte favorita del juego, a lo que contestó, simplemente, que la mera oportunidad de jugar. Y era eso lo que tanto echábamos de menos, la posibilidad de jugar. Entrenar por y para un objetivo.
Luce pulida la armadura en el primer triatlón de la nueva era, pero esconde la incertidumbre del qué pasará y de cómo responderá el cuerpo al parón impuesto. Algunos reflejaron buenas impresiones en las últimas pruebas, en febrero, antes de que el coronavirus tumbase las ilusiones, y a otros la pausa les ha dado una nueva oportunidad, con tiempo extra para curar heridas, fortalecer viejas lesiones y mejorar debilidades. En esas acudían nuestros dos representantes élite masculinos a La Meca del triatlón español, Daniel Tolosa y Javier Álvarez, a los que se sumó Alejandro García a 30 horas del disparo de salida tras el mensaje de la FETRI. Incertidumbres de la Federación que nunca cambian.
750 metros de natación, 20 kilómetros de ciclismo y 5 corriendo por delante, el formato sprint se renovó al estilo Covid, con salidas para cada corredor con 30 segundos y modo contrarreloj. Un cambio que no es baladí y que, con idénticas distancias, se convierte sin embargo en tormenta perfecta. Los corredores reducidos a la condición de perseguidores del tiempo, huyendo de nadie y persiguiendo a todos, con unos resultados que dan a pensar en la condición de contrarrelojistas natos de los del Stadium Casablanca: gigante resultado el del sub23 Daniel Tolosa entrando en el TOP25 de la élite Nacional, que se suma a la 63ª posición del míster del equipo y la 64ª de nuestro más veterano élite, Javi Álvarez.
Grandes resultados en Grupos de Edad: Abel Moro, campeón de España.
La cantera demostró que tiene futuro, y quizás porque el pasado, sigue siendo muy presente. Desde cada entreno a cada competición del “regreso responsable”, la juventud aprende de los veteranos, del cada entreno cuenta y la alegría de las terceras partes en comunidad. Devorando el río Lérez, Abel Moro cogió la bicicleta y ya no miró atrás, pedaleando a tope sin encontrar el suyo propio; todo piernas y corazón, todo fuerza y concentración sin mirar atrás, hasta lo más alto del pódium sin público de su Grupo de Edad 50-55. Antonio Pillado viajó también a tierras gallegas, pero los regresos cuestan y a veces pasan factura, con una lesión a mitad de prueba. A lo largo del finde, la cantera se encumbraba con grandes resultados, destacando el 13º puesto de Gala Ortega y el 24º de Irene Moro en Cadetes, y el 21 y 31º de nuestras Brownlee, las hermanas Jiménez, entre las Junior. Seguiremos disfrutando de la oportunidad de jugar.
Jorge Tolosa / Pontevedra.