Excursión al Somport, 25 de enero de 2020.
Me levanto con sueño pues he dormido poco; pero tengo ganas de salir al aire libre y disfrutar, una vez más, de la nieve con mi club de montaña. Charla en el punto de reunión con los compañeros, indagando sobre quienes se animarán a repetir en Baqueira Beret el fin de semana siguiente. En el autobús salta la sorpresa: para garantizar un mejor estado de la nieve a la hora de caminar, la excursión se iniciará en la estación de esquí de Astún sino en la de Somport, cerca del mismo sitio donde había hecho raquetas con un grupo de senderistas poco antes de Navidad.
Mis impresiones del día, inevitablemente, se verán marcadas por la comparación. En la primera excursión, brillaba un cielo azul y había poca nieve, hasta el punto que la estación de esquí de Somport cerró y pudimos andar por las pistas con nuestras raquetas. En la de hoy, hay nieve en abundancia; pero el día está nublado, lo que concederá al paisaje un tono gris e incierto.
La estación de esquí de Somport bulle hoy de gente. Tras dejar la carretera, pisamos por fin la nieve y nos calzamos las raquetas -algunos como yo, con torpeza-. Con lentitud, iniciamos la marcha. La chica que va a la cabeza del grupo se vuelve y me pregunta si estamos siguiendo el camino correcto. Ignorante de mí, le respondo que debe de serlo, porque es el único sendero en la nieve que hay a la vista. Comenzamos a ascender hacia el bosque de las hayas.
Vamos caminando despacio, observando el paisaje, tomando fotos -algunos como yo, muchas: gracias sean dadas a Pablo y Antonio por su paciencia conmigo-, comentando y riendo. Como una pandilla de chicos traviesos, Pablo, Paula y Cristina se enzarzan en batallas de bolas de nieve mientras marchamos monte arriba. Tras desaparecer el sendero, nuestros guías deben deducir la dirección a seguir en algunos puntos de la marcha. A veces una avanzada del grupo debe detenerse y volver para retomar el recto rumbo. Siento la sensación de que estamos explorando un terreno virgen, ese mar blanco veteado de negro que se extiende misterioso ante nosotros.
Sólo al cruzar las pistas de fondo, nuestras sensaciones cambian por un momento. Su trazado nos transmite una mayor certidumbre. Los esquiadores que la transitan, una mayor velocidad. La misma impresión percibo al avistar en nuestra ruta las estaciones de Astún y Candanchu, con varias hileras de coches estacionadas delante y sus ocupantes, afanados, esquiando en las pistas. Como hay tiempo para todo, nos detenemos a charlar con los esquiadores de nuestro grupo mientras avanzan deslizándose, tan tranquilos y contentos como si su pista no fuera en realidad sino una cinta transportadora blanca encargada de desplazarles hasta su meta.
No sé bien por qué; pero pese a los muchos arboles que se exponen desnudos tras perder sus hojas, hoy encuentro una fascinación especial en este paisaje nevado: el crudo contraste entre el blanco, gris y negro. Sólo esporádicamente aparece algún tono de color azul en el cielo. Nubes oscuras difuminan la silueta de las montañas, tornándolas vagas e incluso irreales. Imposible relacionar estas imágenes que ahora contemplo con aquellas que mi memoria retuvo durante la excursión anterior. La experiencia ofrecida por el mismo entorno me resulta completamente distinta.
Volvemos por fin al Somport, tras tres horas y pico de apacible camino. Una vez quitadas las raquetas, nos dirigimos a la estación de esquí para comer. Me junto con Paula y Vanessa, Cristina y Carol en torno a una mesa al aire a libre para comer en buena compañía. Resultado imprevisto de nuestra charla, aprendo cómo cocinar conejo escabechado utilizando tres clases distintas de vinagre, receta que dudo mucho tenga la habilidad de aprovechar algún día. En torno a un café, ya en el bar de la estación, conversamos esta vez sobre las ventajas y los retos de comprar y vender a través de Amazon. Antes de volver al autobús para dormitar en el camino de vuelta a casa, culmina así la otra experiencia del día: el grato valor añadido de la convivencia forjada, excursión tras excursión, al lado de gente a la que aprecias.