Hola familia!!
Hace unos días por Riglos, unos amigos me comentaban como ha cambiado su vida desde que salen al monte. Que sus ojos conciben latidos como buscando a su espíritu protector cuando se encuentran en ese medio, (frase textual que anoté en mi libreta). Por todo ello creen haber descubierto la vuelta a la felicidad desde que salen con nosotros. ¡Todo un alago!.
Yo no sé de medicina, pero en una ocasión leí que ciertas moléculas liberan la endorfina sobre las neuronas del cerebro, por lo que se interpreta que la felicidad se reduce a una mera reacción bioquímica.
Creo que esa hipótesis sería demasiado reduccionista porque, aunque podamos acceder al conocimiento de esos mecanismos biológicos, seguimos sin saber porqué somos felices al tomar una botella de vino, admirar un paisaje por la Patagonia o recibir un premio.
Creo que la felicidad sigue siendo un gran misterio y ni siquiera existe una definición en la que nos podamos poner de acuerdo. Aristóteles apuntaba que consiste en alcanzar las metas que nos proponemos, pero todos sabemos por experiencia que eso no es así. Sócrates, sostenía en cambio, que la felicidad es la capacidad de disfrutar de lo poco o mucho que tenemos, pero ¿qué pasa cuando no tenemos nada?
Buda decía “no existe un camino a la felicidad, ya que la felicidad es el camino”.
He pensado alguna vez sobre este asunto y he llegado a la conclusión de que la felicidad es algo así como la sintonía de nuestro cuerpo y nuestra mente como el universo que nos rodea, por eso estoy de acuerdo con los amigos mencionados, pues yo también soy feliz por las montañas. Y quien de vosotros no lo es?
Hemos salido puntuales dirección Refugio de Lizara. Silencio sepulcral en el autobús. José Luis ha propuesto parar en Murillo de Gallego para almorzar y así se ha hecho. Más entonados se percibía el run run del buen ambiente hasta llegar a las 10:20 a nuestro destino, con el parking de Lizara hasta los topes, algunos ya nos llevan la delantera.
Cumpliéndose las previsiones, el tiempo pinta fino, sol y boira preta ye “niebla espesa” por las alturas.
Ante nosotros una ruta de dificultad media, que presenta pendientes moderadas.
No queríamos forzar la marcha, y disfrutar del espectacular entorno, donde al principio se nota la falta de invernada.
En sentido Norte un sendero bien definido combinado con nieve y sin ella, se agudiza y nos exige un esfuerzo extra en una zona alpina desprovista de masa forestal.
Es entonces cuando procuramos reagruparnos, porque comienza a imponerse la nieve en el trayecto, y es preferible dejar que trabaje el sol, haciendo que se transforme la Nieu (nieve) en cremita, algo más llevadero.
Un numeroso grupo alcanzamos el refugio bien parecido a una Pagoda, donde la suciedad interior campa a sus anchas, prefiriendo pasar frio antes que entrar en una femera cargada de “olorar”(oler) que dan pampurrias) lo desagradable. Permanecemos a la espera de los compañeros rezagados, que momentos después localizamos por una ruta paralela.
Llegamos a la Plana Mistresa donde abunda la nieve. La boira se impone dificultando el avance, pero la tenacidad, ilusión y ganas, hace que un numeroso grupo continúe hasta el puerto de Bernera; inicio del Valle de los Sarrios, sin poder regalar a nuestros ojos ni una pizca de paisaje.
José Luis (Junior) que tiene mucha Parla (labia), mantuvo un pugilato dialéctico (Pugna o discusión de ideas) sobre los abrazos a los árboles. (Luego contaré el porqué).
Decidimos por unanimidad, comenzar a descender, algún oportuno claro, nos deleita con la cara Este del Bisaurin, daba la impresión de que no queríamos irnos de allí. Lástima porque este entorno siempre cautiva, en especial el Valle de los Sarrios pero tan pronto podamos volveremos y lo contemplaremos desde distintos puntos, donde estos animales conocen el sabor difícil de la independencia.
De bajada nos enteramos de que Begoña perdió un guante. Por la zona del siniestro comenzó la búsqueda y Conchita alertó de su localización en una barranquera.
Un dispositivo en marcha puso sobre la pista a Bego que con audacia y templanza se hizo con el preciado elemento sin tener que dar aviso al CREIM.
De forma fraccionada se ha ido llegando al autobús donde se suele producir lo que se llama el “tercer tiempo”, prolongar el disfrute que la montaña nos proporciona a través de la comida. Tras el preceptivo cambio de ropa, algunos han decidido comer en el interior del Refugio, y otros en la solana.
A las 17:00 atendiendo al buen conductor, hemos dado por finalizada otra jornada entrañable cargada de buenos momentos.
Ya de vuelta llaman la atención las planicies de la Sotonera, son un mar de cereal. Campos verdes y amplios, buenos pagadores de cosechas si el tiempo acompaña.
“Ut supra” arriba mencionado:
Cuando llegamos a Lizara, me sorprendió ver como tres personas abrazaban a un gran haya y de esa manera “cargar las pilas”. Recuerdo en una de nuestras salidas en un monte del término de Panillo, un grupo nuestro también lo hizo ante un “árbol sagrado”. A mi aquello me sorprendió, pero a partir de ese momento me interese por el tema para ver si era una leyenda new age o había alguna base real para poder sentirse mejor. De entrada descubrí que no se trata de una moda actual, sino que viene de lejos. Los celtas por ejemplo creían que cada árbol poseía un espíritu sabio y con el sonido de sus hojas y su movimiento podías llegar a escuchar sus voces. Antaño también existía en ciertos lugares la costumbre de buscar un árbol para abrazarlo y de esa manera poder descargar en él todos los problemas y angustias que nos invaden, así como ciertas dolencias y enfermedades, aunque esta práctica personalmente se me antoja bastante egoísta, más propia de parásitos que intentan sacar el máximo beneficio de algo o de alguien sin dar nada positivo a cambio.
El baño del bosque si fortalece el sistema inmunitario gracias, entre otros factores, a las sustancias no visibles que desprenden los arboles, plantas y arbustos a modo de eficaz aromaterapia.
Así ha sido y así os lo cuento.
MAC
Video resumen de nuestro Amigo Jesús Cisneros, gracias.