Una Crónica del sábado 17-10-20
«Del blanco y negro… al color…»
Puntuales, vamos llegando a nuestro plató, asientos ocupados uno por fila, mascarillas, cinturones… acción!!… partimos a las 6:30 de la mañana.
Oscuridad, hasta que los perfiles en blanco y negro hacen presencia en lo alto, como carta de presentación de a dónde nos dirigimos… eso sobre las 7:45 de la mañana… miramos al campo y también sale el blanco… de escarcha…
El blanco que envuelve al perfil es más intenso, se apoya sobre una franja amarilla-naranja tenue, que el sol va alargando, dejando ver un poco de color… son las 8:15 de la mañana…
La luz que proyecta la cámara natural, saca el verde de los árboles, oscuro todavía, por el alba… y nos deja apreciar el color de sus hojas…
Así in crescendo, hasta que por fin llegamos a nuestro querido Ordesa…
Botas, palos, gorros, guantes, abrigo, hace frío… un frío saludable…
Dos grupos, dos opciones, dos caminos, dos finales… cada uno elige el suyo… emoción…
Un grupo se encamina hacia el Tozal del Mayo… fieles a «la versión original» de esta salida…
Otro grupo, al que me uno, decidimos encaminar nuestros pasos, hacia el tranquilo interior que nos ofrece, nuestro parque natural de Ordesa…
Nada más dejar el parking empieza el color… color lleno de colores… nuestros ojos se avispan, nuestra voz se llena de expresiones de asombro y agradecimiento…
Ordesa siempre amable, nos va mostrando, rincón tras rincón, unas escenas espectaculares…»el otoño»…
Escenas de colores, a cual más bonita, incluso el blanco hizo su función de nuevo, con residuos de nieve que cubrían algún montículo a nuestro paso…
Bajamos y subimos a las cascadas, del camino, todas preciosas…
Llegamos a la que, cuatro del grupo propusimos como nuestro final… la cascada de Soaso… antes otros dos, habían optado por quedarse más al principio escudriñando fotografías de paisajes, líquenes, hongos… Otros tres eligieron la entrada de la pradera con las vistas del cordal de las tres Sorores… con el majestuoso protagonista Monte Perdido… y otro eligió llegar hasta el final de los finales… la Cola de Caballo…
Final apoteósico, como siempre…
Aplausos al film…
Media vuelta, para regresar a nuestro comienzo, con paso más ligero, pero disfrutando igual del camino, ahora con otra luz, que daba un aspecto mágico a ese maravilloso parque natural de Ordesa…
Reunión en el parking esperando al otro grupo… café tertulia risas, hasta nuestro regreso a casa…
Gracias a todo el equipo técnico que hace posible ver, disfrutar y participar en películas así…
Mamen MG
Ascensión al Tozal del Mallo (2.280 m)
“La versión original”
“París bien vale una misa”, dijo Enrique de Borbón cuando tuvo que renunciar a su religión y convertirse al catolicismo para poder reinar. Bien, pues Ordesa bien vale un madrugón, decimos nosotros. Y si es en un día radiante de otoño, aún más. Y si es con un buen grupo de amigos, ya ni os cuento…
Ese grupo madrugador que iba a intentar la ascensión al Tozal, reforzado con otros amigos que se acercaron hasta la pradera en coche, comenzó a caminar sobre las 9.15 h, dispuesto a reinar, como el Borbón, aunque sólo fuera por un día.
Bien guiados por Pepe, que marcó un ritmo constante y fácil de seguir, y custodiados por Kinder (que en tándem con Nacho realizaron dos veces todo el camino, hay que ver cómo les va la marcha) superamos con facilidad la zona de bosque y llegamos a una zona despejada desde donde pudimos admirar la inmensidad del circo de Carriata y la impresionante cara sur del Tozal, que vista desde allí parece inexpugnable.
Algo más arriba dejamos a nuestra derecha la bifurcación hacia la faja Racún, tomando el sendero a la izquierda que lleva hacia el Tozal, el pico Mondarruego, la Faja de las Flores… o al cielo.
Afortunadamente no encontramos hielo al cruzar el riachuelo, ni en ninguna otra parte, y en pocas lazadas llegamos hasta la pared del circo, la parte más complicada y expuesta, que se puede superar o bien por dos tramos de clavijas (clavijas de Salarons o Carriata), o bien por la Fajeta, un camino algo más largo, bastante aéreo, pero espectacular. Se decidió continuar por la Fajeta, y ayudándonos unos a otros, buscando los mejores asideros para manos y pies, tras un rato esforzado nos aupamos hasta la pradera superior, desde donde el acceso hacia el Tozal se veía bastante más asequible. Continuamos por un cómodo camino semillano, con algún pequeño despiste campo a través, y en poco rato, pisando algún resto de nieve, alcanzamos todos la cima, dejando atrás los 1000 metros de desnivel desde la pradera.
Las vistas desde la cima son majestuosas: abajo, la pradera con el río Arazas y los coches reluciendo al sol, a la izquierda y hacia el fondo, todo el valle de Ordesa, con la faja de Pelay y punta Acuta destacando enfrente. Torla a nuestros pies, con el valle del Ara detrás, y a la derecha, la entrada del valle de Bujaruelo, coronado por los picos Otal y Tendeñera, nevados, brillando al sol. Detrás de nosotros el pico Mondarruego, del que el Tozal del Mallo es un espolón, y la Falsa Brecha asomando por una abertura. Realmente impresionante, allí sí nos sentimos un poco reyes…
Tras las fotos de rigor y un rápido tentempié compartido, comenzamos el descenso. Varios sarrios, imponentes, orgullosos, se cruzaron en nuestro camino, y nos lanzaron, quietos, esa mirada suya bruna y asombrada que parece querer decir: “estáis locos, humanos, todos en fila con esos bultos extraños en el lomo, con lo fácil que es ir corriendo y brincando por los riscos, libres…”
Pero los humanos, a lo nuestro, deshaciendo el camino, esta vez sin equivocaciones, destrepando por esa Fajeta no apta para gente con vértigo, admirando las paredes verticales que nos rodeaban. Un grupito aún se animó a descender por la faja Racún, la mayoría continuamos por el mismo sendero que habíamos hecho a la subida.
Alguna pierna cansada agradeció que el autobús se acercara a recoger al grupo de cola hasta la casa Oliván, tras siete horas y media de caminata. Y vuelta a casa, todo el grupo reunido de nuevo, con los ojos llenos de luz, de otoño, de belleza… y de magia.
Paula