En los límites abruptos de esta sierra, te sorprenderán sus formaciones y leyendas.
Qué verdad contiene ese titular. Hoy sábado, hemos acudido a la cita 27 veteranos y un montañero nonato, digamos un jovencito al que protegemos con esmero.
Son las ocho de la mañana y José Antonio dispara su cámara dirección Este. Un sol naciente presagia buen día.
Grupo heterogéneo, compis con apariencia contenida; a mí me gusta la gente excéntrica, flemática, con un puntillo chiflado porque dan mucho juego y crean buen ambiente con su salero popular y fondo de orden. Su encanto estriba en jamás han perdido su vena infantil como a lo largo de la jornada ha quedado comprobado.
Hoy he echado mucho en falta a un incansable maestro del senderismo; suele lucir media sonrisa que transmite aplomo, y deseamos de corazón, que pronto tome asiento en la primera fila del autobús. Su fiel compañero de ojos glaucos, hoy no destilaba sonrisa eufórica faltaba su interlocutor… extrañaba la ausencia…como todos.
Cuando llegamos al desayuno, es momento frotarse los ojos y ahuyentar la somnolencia. Esas magdalenas…hummm…
La excursión de hoy es suave, con muchos matices, diferente a otras de Guara pero, ningún resto de serie.
Una vez en Lusera y puestos en marcha, hemos llegado al río Flumen, hemos cruzado la presa de Belsué, donde los famosos acantilados del citado nombre dan escolta al congosto por donde hemos transitado, un camino tallado en la roca hasta llegar a la presa de Cienfuens. Recorrido ameno, de esos que te permiten hablar sin acumular deuda de oxigeno.
Hemos parado en el Dolmen de Belsué, monumento megalítico que se apoya sobre grandes piedras verticales, escenario para hacerse fotos, muchas fotos como podréis ver.
Ahora nos dirigimos hacia esas esculturas naturales que los oscenses tienen como referencia visual “El salto de Roldan”. Se individualiza en el cielo y casi siempre que se contempla, se tiene la impresión de que se asoma con descaro, de repente ese paisaje pintoresco y un tanto extravagante.
Una vez en el campo base, dejamos las mochilas, queremos ascender sin estorbos. Un pequeño grupo prefiere custodiar el material, ya se han asomado a esos precipicios, y han observado como nosotros las extensas llanuras meridionales que rodean la ciudad de Huesca.
Dejando a un lado las vaciladas de valentía, ascendemos a través de unas grapas, escalinatas y clavijas que, eso sí, no son aptas para personas con cierto vértigo.
Mucha precaución se ha tenido, nadie quería acabar con el chasis baqueteado haciendo de Spiderman.
Catedrales de roca anaranjada que destacan en el paisaje como agujas verticales de punta roma, alta, redondeada, separadas o abiertas en canal por las aguas del rio Flumen que ha servido para extasiar a los poetas o las ensoñaciones místicas.
Una vez arriba el excelso mirador satisface las retinas con unas impresionantes vistas de las entrañas de esas geografías precipitadas. Sorprenden los restos de lo que fue una iglesia románica del siglo XII, y un aljibe, y los restos de la torre de vigía medieval, donde hemos subido.
Toca retirada. Comemos en el collado y observamos el autobús a un kilómetro de distancia donde nos espera.
De bajada por la carretera alguien ve un vehículo en el fondo del barranco. Llega la hora de elucubrar, devanarse los sesos…como sucedió?, Anika convencida…fue un Thelma y Louise seguro…muchas suposiciones que prefiero obviar, pero que han generado muchas risas, consecuencia de esa magia que se crea en el grupo.
Son las 16.OO horas más o menos. Toca parar en el Restaurante, hay demasiado “mono” por la cerveza…pero…ese vicio, o pecado capital, al que la naturaleza humana está principalmente inclinada llamado “Gula”, hace acto de presencia y to quisqui se agencia un Pack de magdalenas, Recordemos…nos encontramos en el Paraíso de la exuberancia.
Caco baja al mingitorio, deja el manjar a cargo de una centinela. Otro también baja, pero con la caja debajo del brazo…Válgame Dios, cuanta desconfianza si somos angelitos…o no?
Muchas andadas por la hoya de Huesca y etapas por el Somontano. Y es que está claro que su influjo nos tiene enganchados desde la primera vez que pisamos hace ya muchos años sus senderos, recorrimos y vadeamos sus sugerentes riachuelos o ascendimos a sus miradores naturales más recónditos, en muchas ocasiones improvisamos alternativas para alargar más el disfrute, para prolongar hasta lo más cercano a la línea del ocaso ese cosquilleo aventurero que nos acompaña en todas las excursiones, y no estoy reflejando ningún exceso retorico.
Alguien dijo:
No renuncies a los montes bajos, amables y asequibles. No harás tanto deporte en ellos y no quemaras tantas calorías como con las grandes cimas, pero constituyen un autentico bálsamo para tu mente. El cerebro es tal vez el músculo que más debes cuidar.
Esta magia que se crea, te ahorra diez minutos de psiquiatra.
MAC