Sábado día 27 de Abril
06:30 horas
Va llegando el personal. Llegan los besos de reglamento. Digo dos besos, que son los de reglamento en España. El uso de las nuevas normas de urbanidad dice que si das un solo beso a una señora parece como si le hicieras un desprecio. Aún estamos cortos en número. Si en España me quedo siempre perplejo cuando voy a dar la mano a una señora y te larga un par de besos, en Suiza es que ya quedas completamente abrumado. Estás por el segundo beso cuando la señora, plas, te larga el tercero, que es allí la costumbre. Considerando que los tres se estilan en Suiza, supongo que el número de besos a las señoras debe ser directamente proporcional a los niveles de prosperidad y de renta. A países más ricos, más besos.
Por cierto el Bus, se había equivocado y nos esperaba en el Stadium.
Hoy nos toca andar por la localidad Turolense de Montalbán, porque para experimentar sensaciones no hace falta embarcarse en un viaje de varias horas por recónditas tierras.
Basta una simple jornada para disfrutar intensamente de paisajes naturales, que en muchos casos están a tan solo hora y media de autobús de nuestros hogares, para volver renovados tanto física como mentalmente.
Muchas de nuestras excursiones comienzan de muy buena hora de los alrededores de los pueblos.
Mientras nos calzamos las botas no es infrecuente que el tañido de las campanas de la iglesia rompa el silencio y algún lugareño madrugador nos desee los buenos días, que maravilla, porque es volver a esa época donde las personas, sin conocerse de nada, se saludaban amablemente. En esos núcleos rurales donde muchas veces se mezclan los olores a lumbre y abono, uno se siente más vivo y aunque suene a tópico, más libre.
Un flamante autobús nos ha dejado temprano, en una zona de nueva urbanización de donde hemos partido. Hemos cruzado el animado río Martín por un pequeño puente.
El escarpado macizo de la muela de Montalbán se encuentra al Sur. Existe un itinerario, perfectamente señalizado y trazado, que partiendo de las orillas del mencionado río, hace un recorrido circular. La mayor parte de esta ruta se realiza por senderos muy agradables de recorrer entre espesa vegetación. En algún momento varía su desnivel, algo a lo que uno está acostumbrado en el monte. Es un poco como el camino de baldosas amarillas del Mago de Oz, pero en la zona mágica de Montalbán.
Durante el recorrido hemos pasado por varios miradores. Hay algo infantil en el hecho de asomarse en un mirador, de regalo sorpresa, como esos sobres que comprábamos de niños y rasgábamos con impaciencia para saber que te había tocado. Momento para fotografías diversas donde la juventud sobresale. Aire inconfundible de gente joven que se pone el mundo por montera. Cualquier grupo necesita impulsos así de positivos. También nos hemos encontrado lugares curiosos como la “Cueva del Greñicas”, (Juan Espes) ese agricultor de Montalbán de final del siglo XIX, que formo una cuadrilla de Bandoleros y protagonizo varias huidas. La cueva la hemos visitado sin penetrar en ella por sus características, pero al parecer según un señor el lugar, tiene algo de desarrollo en su interior.
Hemos comido en un bar del pueblo, como lo hacemos siempre, en armonía, con buen ambiente, repartiendo Paula junior y Anika sus chocolates, Pepe un sabroso queso, Matilde deliciosas pastas, Paula sus gominolas, Mila galletas de mantequilla … no estaba Félix quien habría repartido sus croquetas.
Con superávit de tiempo hemos querido visitar la impresionante iglesia de Santiago, con unos contrafuertes, al modo de las iglesias del tipo fortaleza, destacando la torre de estructura mudéjar de carácter militar.
A continuación a través de una fuerte subida, nos hemos algunos nos presentado en un estupendo mirador al que llaman la era de la cruz, desde donde se domina la imponente vista de la Muela de donde procedemos.
De vuelta a casa y, a través de una carretera recta en la Comarca “Campo de Belchite” se observa el blanco Pirineo. Lo conté en una ocasión. Aragón contiene uno de los lugares más áridos de Europa, en la tierra del polvo, la niebla y el viento que cantara Labordeta. Insólitos contrastes. Desde los Monegros a Monte Perdido, apenas hay 100 kilómetros, en los que se viaja de África al Polo Norte, pasando por todos los pisos vegetales imaginables.
Conclusión: Agradable jornada en todos los sentidos.