Sábado día 19 de Enero.
Cuando por circunstancias adversas de la meteorología nos vemos obligados a cambiar de destino, damos la oportunidad a nuestra parroquia de elegir alternativas; porque tenemos ganas de salir al monte y, reanimar nuestra vida evitando la apatía resignada.
En esta ocasión se decidió por volver al Tozal de Guara.
Se trata de un punto culminante de la Sierra de Guara. Sus 2077 mts garantizan que alcanzar su cima sea algo más que un paseo, pues supones salvar un desnivel de 1300 mts aproximadamente.
La mayoría de los participantes en esta jornada, lo hemos ascendido en más de una ocasión por sus diferentes accesos, pero siempre quedan las ganas de volver.
Con la credulidad propia del entusiasta y, con emociones que se leían en los rostros, salimos de Zaragoza sobre las siete de la mañana. Anunciaban nieblas por la hoya de Huesca y así fue, pero con el dicho de “Niebla en el valle, montañero a la calle” repicando en mi cabeza nos pusimos en marcha.
Conforme íbamos llegando al Parking, la gris y húmeda nube que todo lo envolvía dejaba claros y la niebla se rompía a retazos.
Una vez puestos en marcha, sostenidas e importantes cuestas a través de las cuales hacen que nos adentremos por los entresijos del lugar.
Todo el itinerario está jalonado con postes indicadores en los puntos necesarios.
En hora y media aproximadamente, hemos parado. Cierta ropa de abrigo comenzaba a molestar. Además por consideración a nosotros mismos, teníamos que ingerir sustento.
La inmersión en el entorno y sus colores comienza aquí. Llegamos a un altozano donde se encuentra el famoso pozo de nieve, construcciones singulares que fueron testigos silenciosos de la sociedad, con la finalidad de almacenar el hielo y la nieve para su conservación y uso durante los meses estivales. Paramos y nos hacemos una fotografía del grupo.
La elevada humedad del ambiente, hace que afrontemos el escarpe final con una alegría y brío inusitados.
La pendiente no cede, pero se sube bien, manteniendo su traza hasta llegar a la cima.
Una vez coronada, hace un frio que pela, la sensación térmica es de mucho frío. Es cuando se echa en falta el tibio calor de un sol que no puede del todo con el gallín. (Niebla en el lugar).
Castañeando los dientes por el frio procedemos a comer. Una frase extendida por la zona, viene a decir: “Las tripas llevan pies”, frase concisa del lugar, queriendo decir que para andar y tener resistencia se debe haber comido bien.
Fotografía del grupo, inmortalizar el momento, miramos el reloj…
Comenzamos a evacuar la montaña. Queda mucho, y de tiempo no vamos mal, pero….
No paro de lanzar la mirada hacia el conjunto, para fijarlo en la retina.
Las nubes y las cimas se reparten el horizonte, es entonces cuando por un momento se produce una tregua y se observa el cordal pirenaico…Monte Perdido, Cilindro; el Casco con timidez se asoma entre nubes, pero este fenómeno dura poco y se vuelve a cubrir.
Se marcha callando. En las montañas se habla poco, se escucha el pisar como si se profanase el silencio de los siglos, año tras año allí posado; se marcha gozando intensamente, en medio de esa calma religiosa, disfrutando de esa visión de lo sereno, inmutable y gigante.
El descenso entre los erizones dentro de los límites de la monotonía, se va haciendo notar entre las piernas.
Nobleza de espíritu, franqueza natural, alegre impaciencia donde a todos nos cambia la vida.
En resumen, unos 24 kilómetros en total según Pepe con un desnivel acumulado de 1400 metros.
Dejadme contar una pequeña historia que se confabula con la jornada.
Yo tuve un tío carnal de profesión médico. Cubría los pueblos de Nocito y la redolada. Tenía quince años cuando me llevo al Tozal desde la referida localidad.
Yo siempre he sentido curiosidad por San Urbez y su monasterio allí ubicado.
Sobrino, te voy a contar una leyenda así te amenizo la caminata.
Nocito es un pueblo bucólico de manantiales y bosques, un mundo que conservo su prestigio de paraíso, escondido tras la inmensa grupa de Guara. También es un relicario de leyendas, un retablo del tiempo perdido. Vecino nemoroso de esta localidad era el santo más montañes de toda la cristiandad, San Urbez, que hizo vida de anacoreta en esta tierra. Al mismo tiempo faenaba de pastor, como cualquier tión (solterón), o amo de casa. Por eso su atributo mas conocido era el gayato o cayado. Que ya se decía que “pastor sin palo no vale nada” Era el atributo de prestigio, de autoridad. Se le creía como a un santo milagrero, así que su nombre era capaz de suscitar la piedad popullar. Tomo tal renombre que los vecinos de Nocito, que se hallaban divididos entre dos barriadas, que todavía perduran separadas por el rio Guatizalema y su puente. Ambos barrios reclamaban al santo como propio. Tal es así que enviaron una legación hasta el propio santo para que tomara partido en ese asunto. El santo los recibió en la cueva donde practicaba la vida espiritual y les contesto así: “Subiré hasta la punta de Guara y tiraré mi gayato y de donde caiga de allí seré inamorato”. Lanzo el cayado y cayó justo donde hoy se halla el puente, es decir equidistante entre los dos barrios. Los vecinos comprendieron que San Urbez había tomado una decisión salomónica y quería ser patrón de todo el pueblo y cejaron en sus disputas y lo honraron colectivamente.
Siempre que asciendo al Tozal de Guara me acuerdo de lo que mi tío me conto.
En las proximidades de Huesca al amparo de unas raciones de tortilla de patata, cervezas ( ¡!cómo no!!), y unos cafecitos para entonar el cuerpo, hemos dado por finalizada la jornada.
Hasta pronto!!