Después de unos minutos a través de una pista desde Nerín, desde el autobús los pueblos desaparecen, dejando solo el agudo contraste de los paisajes verdes.
Salimos del autobús y comenzamos a descender en busca del Barranco de la Pardina. Aparte del ruido de nuestras botas, de vez en cuando un canto de pájaros, y el murmullo de las conversaciones que se hace más evidente a medida que avanzamos. Cuando destrepamos en busca de la senda inicial, se insinúan árboles y plantas, que muchas de ellas tienen asociaciones con la medicina y la mitología.
Nosotros nos vamos a escapar por un barranco lateral: la Pardina, es el típico valle con paredes escarpadas de origen glaciar, manchas de pino silvestre y negro en los muros y hayas que remontan hasta la mordedura helada de los 1000 y pico metros.
Esta senda, es variable de anchura, con pasos estrechos muy llamativos, se recorre aproximadamente en 4 Km, unos 80 metros por debajo de las cornisas superiores de Añisclo.
Uno de los atractivos de esta excursión, contando con el estereotipo de lo romántico, y que tiende a manipular las emociones, es la tranquilidad que ofrece frente a la masificación de cualquier otro escenario, por eso conserva un entorno algo salvaje.
Para entrar en la Faja descenderemos un pequeño resalte que nos deposita en un rellano repleto de ortigas. Una vez dejamos atrás las molestas plantas urticáceas, comenzamos el recorrido en dirección Este. El barranco va quedando a nuestra derecha cada vez más profundo.
Observamos pisadas de algún animal que no te permite verlo.
La parte más bonita, la encontramos en el tramo final, donde la aérea Faja serpentea salvando algunos salientes conforme se aproxima a la vertical con el Cañón de Añisclo. Un par de cascadas se precipitan desde lo alto creando un arco iris al contraluz. Una de ellas lleva bastante caudal fruto de las recientes lluvias y las sortearemos para no acabar empapados.
Alcanzado el mencionado Cañón, que contemplamos a vista de pájaro, levantamos la cabeza en busca de una canal equipada por donde se abandona la Faja para salir a los rellanos superiores. A nuestros pies ésta el paraje denominado “La Ripareta” donde el río Bellós baja calmado y se toma un momentáneo respiro tras su agitado descenso por los estrechos de Añisclo.
Remontamos una pequeña loma herbosa hasta el pie de la canal. Una sirga y unas pocas grapas a modo de sencilla ferrata, nos ayudan a superarla sin dificultad, partiendo de la base de que la emoción siempre es un ingrediente indispensable en la montaña.
Una vez arriba las vistas son fantásticas, Añisclo encajonado, cargado de verdor, las Tres Marías y las murallas meridionales del Macizo de Monte Perdido, bonito panorama. Ahora volvemos por la parte superior y en sentido contrario observando la Faja por debajo, es como haber hecho dos fajas superpuestas.
Lo de hoy ha resultado impresionante. Hacía mucho que no cuadrábamos una actividad diseñada sobre el papel con tantos ambientes distintos, tal cantidad de alicientes y un generoso puñado de buenas sensaciones que hemos disfrutado desde el principio hasta el fin.