«Si es bueno vivir, todavía es mejor soñar», ya lo decía Machado. Y atacó Pintanel, de lejos, muy lejos; soñó Marta a orillas de la ría en las carreteras de Avilés. Un ataque, como se dice siempre, de esos que primero se hace y después se piensa. No pensó, soñó. Un Contador en toda regla, y como él, disparó certero.
Con escuadra y cartabón miró de lejos la meta la del Casablanca, atacando desde lejos y quedándose contra si misma, Pintanel y el cronómetro, ya desde la primera zancada de la 5K. Y por detrás, todos preguntándose cuándo claudicaría, pero preguntándose también quién sería la valiente que le diera alcance. Resulta que la Llanera solitaria hizo bien las cuentas, pero acabó pidiendo la hora, pero ya no había vuelta atrás, porque 20 kilómetros son muchos kilómetros, y apretaban las clavijas desde el pelotón.
Las grandes sinfonías las tocan orquestas, pero se componen en solitario. Y Marta tomó la batuta bajo la sombra del edificio de Niemeyer, pero acabó pillándole el grupo perseguidor que tocaban a rebato en busca de la rebelde. Ahora tocó sufrir, y es aquí donde se refleja el pundonor, porque tras escapar, si te pillan, toca el castigo. Pero aguantó, sufrió pero aguantó, ya pensando sólo en correr.
Y si te bajas a correr con Pintanel ya vas tarde era ya tarde para el resto, muy tarde, sólo siguieron su estela y sufrieron por la plata, porque pese al cansancio de intentar irse de lejos, Marta era ya de oro.
«Si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo despertar» sigue soñando Marta, permitiendo despertar, a lo grande, al triatlón aragonés.