Aunque no se lo crean, hubo una vez que Cartagena estuvo en guerra con España. Sí, con España entera; y sí, solo contra el municipio de Cartagena. Quizás les suene del instituto eso del cantonalismo, allá por la I República en 1873: en definitiva, que se aspiraba a dividir el Estado nacional en pequeños cantones casi independientes. Y en definitiva, que caló muy fuerte en Murcia, Madrid se hartó, y mandaron ballonetas. Pero lo mejor está por venir, porque Cartagena pidió ayuda a EEUU, el presidente Ulyses S. Grant primero buscó dónde estaba Murcia en el mapa, y después dijo que pasando. La cosa no acabó muy bien para los cartagineses, que sin Aníbal ni elefantes porque eso es de otra época, pidieron perdón, y años después montaron un triatlón.
Así, insurrectos los cartagineses, insurrecto su triatlón, duro por el calor de la zona pero plano como un folio; insurrectos Tolosa pequeño, Coscolla, Magallón y Borbón para pelearse con lo mejor de España.
Todos los locos no están en el manicomio, algunos eligen entrenar en verano. Sangre, sudor y lágrimas derramadas en la partida de ajedrez que es el triatlón, cada carrera un tablero nuevo donde la estrategia cambia y lo es todo.
La carrera masculina fue una refriega en el agua con casi ausencia de la misma, porque ‘nadan’ los nuestros sobre otros triatletas; todo codazos, golpes y alaridos. Una batalla campal con dos boyas como testigo en el puerto de Cartagena. Un doloroso trámite previo a la gran partida, donde cada uno calcula sus fuerzas e interpreta la de los demás. El que se pasa, pierde fundido.
En medio de la escaramuza, tres motas verdiazules que se deleitan como Magnus Carlsen y piensan en el jaque mate sin morir en el intento. Sobrevive Tolosa en cabeza, todo dividido en dos grandes pelotones. Por detrás, maldicen Magallón y sobre todo Coscolla, enfadado con tanta planicie que no deja mucho margen para la ciencia del ataque. Pedalea con la ambición de un juvenil y el repertorio de un veterano, Indurain de los Monegros.
En la contienda femenina, Marta Borbón, reciente bronce Europeo con la BTT, que le sucede lo mismo: «siempre tiramos las mismas y claro, te acaban pillando por detrás y se juega todo a correr». Se baja Borbón a pelear y soñar por lo más alto; octava de España, todo un Top10 nacional. Para ellos, 24° Daniel, 57° Coscolla y Magallón 64°, en otro circuito plano como la pista de atletismo de Font Romeu.
The last (and first) dance
Cadencia infinita, paciencia eterna y más rasmia que ningún pro. Este año da su ‘último baile’, la última bala, nuestro Yayo, que dice que cuelga las botas («pero con placa de carbono ee») y aún así no se lo cree nadie. Porque una cosa es no correr en élite y otra que no vaya a apretar las tuercas en Jaulín a toda la muchachada, que se perdería por el camino si no tiene alguien que les eche la bronca cuando la merecen. Y cuando no. Tesorero de profesión y abuelo de corazón, Javi Álvarez ha servido para todo en el equipo, incluso para ascender varias veces, rescatarnos de descensos y tirar infinidad de series. Dice que deja la élite pero nadie le cree, porque siempre será élite; aunque no compita. Todos aquellos que hemos sido Escuela recordamos «la primera vez que gané al yayo», y no es un desprecio, si no todo lo contrario, es un orgullo, porque eso esconde la infinidad de veces que nos ha ganado y, sobre todo, la de años que lleva en la pomada. No es ‘Yayo’, es nuestro Yayo, condición que se gana por estatus que no por edad. A partir de ahora doble pull en la piscina, que se lo ha ganado.
Cartagena || por Jorge Tolosa