Salimos de Zaragoza a las 06:00, con puntualidad estricta. Después de tanta nieve y riesgo de aludes, nada como acercarnos a esta zona y poder realizar una etapa que se nos resistió en una ocasión.
Hoy tenemos ante nosotros una preciosa ruta, que a pesar de los desniveles, se recorre con cierta facilidad.
Son las 08:45 horas, y entramos en el valle del Cinca, gran colector de las aguas de glaciares y torrentes. Hoy por las condiciones climáticas, no se observa Monte Perdido, supremacista del sector, pero sí montañas de la redolada todavía con algo de nieve.
Partimos a continuación hacia la sinuosa y espectacular carretera que nos deposita en Bestué. Sus casas de piedra y pizarra se recuestan en un anfiteatro que mira hacia las montañas dueñas del horizonte, y donde sus prados, tradicionalmente modelados por sus gentes para su supervivencia, forman un peculiar ecosistema.
La excursión de hoy, calibrada en días anteriores, no es un paseo para ir con las manos en los bolsillos, la tónica es la belleza del paisaje más que su deportividad, a cambio de un pequeño esfuerzo.
La senda al comienzo, es inclinada y entretenida, y exige cierta atención, superficie a tramos embarrada, y con abundancia de espinos, martirio de Adriana que hoy iba engalanada con pantalones cortos.
Llegamos a la Collata Ratón. Espectacular mirador. Lastima no poder ver sus magnificas panorámicas, pues hemos tenido un día gris, y suerte que no ha llovido.
Momentos de bromas, risas y algún bocado. Es cuando comienza un vertiginoso descenso.
Esta inmensa hondonada arbolada, nos recuerda, allá donde los abuelos de pulso temblón exaltan las mentes infantiles con cuentos de hadas, de hombres-oso y princesas encantadas que recorren los sotobosques umbríos. Imágenes de ensueño.
Descendemos por el bosque hasta llegar al rio, y continuamos hasta llegar a la aldea de Escuain, lugar aparentemente deshabitado, que no abandonado, alguna casa parece tener vida en ocasiones puntuales.
Observamos la entrada en los dominios de las grandes montañas calcáreas, desde las fauces a las gargantas, la sensación de penetrar en las entrañas del Pirineo a través de innumerables gargantas y gorgas.
Si en alguna ocasión volvemos a Escuain, y recorremos una garganta sin prisas, podremos contemplar las puertas que conducen a un ámbito todavía más misterioso: un laberintico mundo subterráneo de cuevas, foratos, (término aragonés, forat o foraú que significa agujero) y espelungas que se esconden bajo la tierra. Pocas montañas en el mundo presentan una red tan extensa de cavidades como este enorme queso de Gruyére que llamamos Pirineo. No es casualidad que varias de las cuevas más profundas del mundo estén precisamente en este lugar.
Un preciosos y sinuoso trayecto nos acerca hasta Tella, pero… otro percance inesperado, hace que nos conformemos con finalizar en Estaroniello.
Jornada inolvidable, que a pesar de las circunstancias, ha sabido a poco. Día gris sin llegar a llover.
Compañía, mejor imposible.